Cuarto Internacional Encuentro de Comunidades Laicas Cistercienses

Santa María de Huerta • (Soria) Espanña • 31 de Mayo 2008 al 7 de Junio 2008

Identidad Laica Cisterciense (Versión final)

Síntesis final extraída de las tres síntesis previas, fruto de las aportaciones de las comunidades laicas cistercienses Anglófonas, Francófonas, e Hispano par-lantes, que ha sido concluida en el Encuentro Internacional de Santa Maria de Huerta, (España), el 6 de Junio de 2008.

1. Vocación Laica Cisterciense

1.1 De forma individual se reconoce como una llamada personal que se experimenta comunitariamente como un don de Dios. Lo definimos como una llamada a ser testigos activos de Cristo y de su Iglesia, en medio del mundo, dando un testimonio orante y contemplativo en una vida definida por los valores propios del carisma cisterciense, guiada por la Regla de San Benito como una forma concreta de interpretar el Evangelio, así como por nuestros Padres y Ma-dres cistercienses. Es un camino de conversión continua que nos conduce a re-descubrir y a profundizar en la gracia de nuestro bautismo y que nos ayuda a desarrollar una fe adulta.

2. Vida Laica Cisterciense

2.1. Creemos que la espiritualidad cisterciense es posible adaptarla a la vida de un laico, si bien queda muy claro que son dos formas distintas de vivirlo, monástica y laica, ambas son complementarias. Ello pone de manifiesto la vitali-dad de la vida monástica. Los laicos hemos encontrado en la espiritualidad cis-terciense un modo de vivir en el mundo con mayor entrega y profundidad espiri-tual. Todos afirmamos que el carisma cisterciense puede ser vivido fuera del monasterio.

2.2. Hay gran diversidad en las prácticas de la vida laica cisterciense, pero sin bien las formas pueden ser diversas, se utilizan los mismos medios para un único fin: la búsqueda de Dios.

2.3. Todos los valores y las prácticas cistercienses son un camino de libe-ración y un medio de conversión interior, y pueden ser incorporados a la vida de los laicos :

    • Oración y alabanza
    • Confianza y el abandono en Dios
    • Humildad
    • Obediencia
    • Pobreza
    • Castidad
    • Austeridad
    • Simplicidad de vida
    • Equilibrio de vida
    • Silencio y soledad
    • Trabajo
    • Hospitalidad y servicio
    • Estabilidad
    • Sencillez
    • Alegría

2.4. Esta unificación interior, este camino de conversión, y este deseo de encarnación, nacen y se realizan en la elección de “no anteponer nada al amor de Cristo” (RB 72) viviendo en el mundo sin ser del mundo (Cf. Juan 17, 9-16).

2.5. Es una experiencia de transformación, tanto interior como exterior (conversatio morum), que se manifiesta en la frecuencia en los sacramentos, te-niendo como centro la Eucaristía; el estudio orante de las Escrituras por la Lectio Divina; la fidelidad al Oficio Divino; la devoción filial a la Virgen María; la acogida al hermano y la hermana; un cambio de prioridades; una nueva forma de orde-nar el día; una nueva forma de amar desde el amor de Dios; el deseo de forma-ción y la necesidad de ser guiado espiritualmente; experimentar el trabajo como colaboración en la construcción del Reino de Dios sin que el objetivo sea nues-tro enriquecimiento personal.

2.6. La dimensión cenobítica de nuestra vida laica cisterciense halla su expresión en la unión espiritual que experimentamos con todos los miembros de nuestra comunidad, tanto laica como monástica, por una vida más ascética y que nos lleva a estar unidos en la oración, el trabajo y la liturgia, aunque este-mos separados físicamente.

2.7. Nuestra misión en cuanto Laicos Cistercienses se concreta en una vi-da testimonial, independientemente de que estemos implicados o no en diversas acciones apostólicas y sociales. El punto fundamental de nuestra vida laica cis-terciense es encontrar el equilibrio entre los tiempos de oración y de acción.

3. Comunidad Laica Cisterciense

3.1. La experiencia de comunidad se expresa como el nacimiento de una nueva familia en la que se recibe ayuda y fortaleza para vivir con esperanza y sin miedo el compromiso cristiano. Experimentamos que orar juntos crea comunión y ello nos une en la distancia y nos fortalece. También constatamos que el mayor vínculo es haber sido unidos por el Espíritu Santo en una misma búsqueda: la búsqueda de Dios, y en consecuencia la comunidad es un enriquecimiento per-sonal por la transmisión de valores entre todos sus miembros. Nuestra experien-cia de comunidad nos hace sentir Cuerpo de Cristo. Sentir la necesidad de los otros alienta nuestra caridad y nos enseña humildad. La comunidad es un ins-trumento puesto por Dios para nuestra santificación.

3.2. Para la gran mayoría de nuestras comunidades es fundamental for-malizar con algún tipo de compromiso personal de cada miembro ante la comuni-dad laica y monástica, como deseo y decisión que nos lleva a responder ante Dios a su llamada a esta vocación laica cisterciense.

3.3. Hay gran diversidad en la forma de organizar nuestras comunidades laicas. Se puede decir que algunas son más reacias a crear estructuras.

4. Vínculo con el Monasterio y con la Familia cisterciense

4.1. La comunidad monástica es la heredera del carisma cisterciense en su forma actual. Las Comunidades Laicas Cistercienses, por su comunión con una comunidad monástica, reciben luz y formación por medio de los monjes y monjas, pero hay divergencia en lo que concierne a los vínculos concretos que nos unen y en la forma de describir estos lazos.

4.2. Sentimos las comunidades, monástica y laica, como una sola familia con distinta expresión de vida, pero todos tenemos muy clara la diferencia entre un laico/a y un monje/a.

4.3. Para todos los grupos, es la comunidad monástica, representada por el Abad o Abadesa, quien reconoce en ellos el carisma y les confiere su perte-nencia a la familia cisterciense según la naturaleza de los lazos que les unan.

4.4. Es común a todas las comunidades y a todos sus miembros sentir el monasterio como nuestra casa y el lugar concreto donde el Señor une de una forma especial a ambas comunidades, laica y monástica, y a todos sus miembros entre sí. La hospitalidad de los monjes y monjas hace presente el Amor de Dios.

4.5. El hecho de ser Laicos Cistercienses no nos confiere privilegios en nuestra relación con la comunidad monástica sino que nos hace conscientes de nuestros deberes y responsabilidades.

4.6. Nuestras comunidades laicas tienen, con distintas frecuencias, sus Encuentros en el monasterio, en donde recibimos formación y aprendemos a amarnos unos a otros, en una nueva forma de relacionarnos centrada en Cristo, en la que todos los miembros hemos sido escogidos y llamados por Dios

4.7. Monjes – monjas, y laicos – laicas, aprendemos unos de otros la vida fraterna perseverando juntos en el camino de la santidad.

4.8. Muchos miembros de las comunidades laicas acudimos al monasterio de forma individual. Pero todos estamos de acuerdo en afirmar que para ser laico cisterciense no basta con sentirse atraído por un monasterio, sino que es necesa-rio formar parte de la comunidad de laicos.

5. Epilogo

5.1. Creemos que las comunidades laicas cistercienses son obra del Espí-ritu Santo, pues sin casi haber comunicación entre unas y otras, su modo de vivir y sentir el carisma laico cisterciense está en total comunión entre todas ellas. Todos estamos de acuerdo en afirmar que en el laicado cisterciense, el carisma cisterciense, que durante novecientos años ha sido exclusivamente monástico, ha encontrado, por la gracia de Dios, una nueva forma de expresión,.

5.3. En todas las Comunidades laicas existe el deseo de respetar y man-tener la diversidad en aquellas cosas que no rompen la comunión. Vivir un mis-mo carisma con diversidad de expresiones unidas en lo esencial.

Llamados y transformados por Cristo
¡María! ¡Rabunni!

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