TESTIMONIOS MERTXE Y GUILLERMO EN TORNO AL ENCUENTRO DE ÁVILA 2022
Guillermo:
¿Precariedad o realidad? Al terminar nuestro encuentro de Ávila, camino a casa en el coche,
recordaba la mesa a la que nos habíamos sentado, repasaba los rostros de todos alrededor y me hacía esa
pregunta. ¿Estamos en una situación precaria o somos los que somos?
Recuerdo que una vez una monja del colegio de mi hija Laura, tras informarle un poco de lo que es
una Fraternidad, me dijo: “¡Pero eso es para muy poquitos!”.
Y desde entonces es una frase que me ha estado persiguiendo sin cesar y que siempre que nos
juntamos en un encuentro, se me hace presente.
Y recuerdo que, en el evangelio, se nos pide ser levadura.
Levadura, no harina.
Y la levadura es algo muy escaso; algo que, mezclado en la harina, se hace indistinguible; algo así
de humilde; pero algo poderoso e incontenible, poseedor de una fuerza invisible, y sin la cual nada fructifica.
No hemos sido llamados, seguro, a ser multitudes. Hemos sido llamados a hacer nuestro trabajo,
mudo, humilde, tranquilo y escondido. Hacerlo y dejarlo ahí, seguros de que ya todo está en las manos
amorosas del Padre.
De cualquier modo, ¿precariedad o realidad? Bueno, no lo sé. Y no saberlo no me quita la paz.
Seguiré viviendo con esa pregunta hasta que, algún día, me llegue la respuesta; quizá -probablemente,
seguramente- de labios de uno cualquiera de vosotros, hermanos míos en el carisma y en el corazón de
Dios.
Mertxe:
Día a día, el Señor, nos va desvelando sus propósitos.
Unos los entendemos enseguida, la gran mayoría de ellos nos sorprenden, por inesperados e
impensables. Y nos cuesta asimilar con nuestra humana soberbia que para él no hay imposibles, que él es
quien todo lo puede.
¿Qué podemos hacer nosotros que no sea abandonarnos a lo que el amor de los amores reclama a
nuestros corazones?
Contemplativos en medio del mundo. Sí, porque no hay imposibles para quien todo lo puede.
Cómo no caminar juntos quiénes estamos unidos por el más fuerte de los lazos.
En nosotros Dios ha sembrado una misma Semilla en diferentes tierras y lo que brota de esa semilla
ni es único ni nos pertenece, simplemente nos complementa, nos alienta y nos enriquece.
Me viene a la cabeza ahora mismo un jardín de rosales, una misma flor, diferentes y colores a cada
cual más precioso, pero indiscutiblemente un solo aroma.
Eso es lo que traje dentro de mí, lo que volvió conmigo del encuentro con unos, del rencuentro con
otros y sobre todo de la segura presencia allí de los ausentes.
Gracias a cada hermano y hermana que a lo largo del mundo, con sus propias peculiaridades y
circunstancias, siente su corazón cisterciense latir al unísono del mío
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