LA OLIVA, 25 ANIVERSARIO DE LA FRATERNIDAD
CRÓNICA DE LA CELEBRACIÓN
Este sábado 19 de octubre los hermanos y hermanas de la Fraternidad nos reunimos con nuestros hermanos monjes en el monasterio para celebrar que la Fraternidad cumple los 25 años de andadura, de la mano del Espíritu, tras los pasos de Jesús y en camino hacia el Padre.
A las 10,30, reunidos en la sala grande, el P. Abad Javier nos dio la bienvenida. Recordó que algunos de los allí presentes en la sala -monjes y laicos- vivieron aquellos días primeros y contemplaron en vivo aquel amor primero. Y deseó, con el corazón de todos, que a estos 25 sigan otros 25 más y otros 25 y otros 25…
A continuación, como estaba programado, el P. Daniel tomó la palabra y nos desarrolló la asombrosa historia de la Comunidad de La Oliva. Una peripecia que los llevó a recorrer prácticamente toda Europa huyendo de la guerra y de la persecución. Una historia que se inicia en los convulsos años de la Revolución Francesa y que los llevó hasta la misma Rusia, que los acogió, antes de poder regresar. De vuelta, salieron los fundadores hacia España, donde anduvieron también peregrinando por distintos lugares (Poblet, Valencia, Santa Susana, San José…) y de donde tuvieron que salir de nuevo a Francia y enfrentarse a dispersiones que nunca pudieron vencer su conciencia de ser una Comunidad. Tras cada dispersión, cuando la situación volvía a permitirlo, los hermanos se reunían de nuevo, para retornar su peregrinaje.
Así hasta arribar a La Oliva, un atardecer de mayo de 1927, y donde la Comunidad Errante ha echado raíces. Unas raíces que, en breve, cumplirán los cien años de estabilidad.
Tras el P. Daniel, el Coordinador de la Fraternidad, el hermano Guillermo, recogiendo el trabajo de muchos hermanos y hermanas, y elaborando una síntesis común con todos ellos, expuso a la Comunidad de monjes el tema de “Vivencia laica del carisma cisterciense”. Más que una charla, fue instrumento de comunión entre monjes y laicos, para que nuestros hermanos monjes puedan asomarse a los hondones de nuestra vocación laica y modo de ser en el mundo.
A las 12,00, en la recién renovada iglesia abacial, nos reunimos todos en torno a otra mesa, la del altar. Después de las palabras nuestras minúsculas, siempre peregrinando en busca de la Palabra amada, llegamos al Amor hecho Palabra y Pan, y entrega y Amor. Reunidos y unidos en torno al Uno.
Liturgia de comunión e intimidad, sencillez y vivencias, Sexta y el ángelus, en el solemne templo blanco, nos condujeron de la mano hasta el refectorio de los monjes, donde todos compartimos una última mesa, la de la comida fraterna. Con Jesús en el medio, todo se convierte en mesa, en compartir, en comunión.
De las manos hacendosas y hábiles de los Hermanos de la Comunidad y del Hermano cocinero en especial, degustamos comida de fiesta. Sabor y saber, palabras y escucha, testimonios y vivencias, se extendieron sobre las mesas compartidas.
Somos, todos, invitados a una boda…
El rezo de Nona allí mismo, entre todos, diferente y especial, dio por concluido el programa oficial el encuentro.