BENDICIÓN DE LA IGLESIA ABACIAL DEL MONASTERIO DE LA OLIVA TRAS LAS OBRAS DE LA RESTAURACIÓN

El pasado jueves 23 de mayo la iglesia abacial de La Oliva, tras más dos años cerrada por
obras de rehabilitación, se reabrió al culto.
Fue una ceremonia “familiar”: la inauguración oficial se realizará más adelante.
Era una fecha clave en la historia del cenobio navarro: una tarde como ésa, hace 97 años, la
Comunidad, errante durante mucho tiempo por las vicisitudes de la historia, llegaba al monasterio.
Por fin, aquí, encontraron la estabilidad que era suya. Una fecha cargada de emoción y significado.
Ha sido una obra inmensa: arquitectónica y arqueológicamente. Con un objetivo: devolver
al templo el aspecto original, aquel que le dieron los constructores del mismo. Es verdaderamente
un privilegio poder contemplar el lugar tal y como nuestros primeros hermanos cistercienses lo
crearon.
Semejante evento merecía la celebración que tuvo. Una iglesia a rebosar de fieles
acompañando a una Comunidad rodeada de amor, cariño y atenciones. Comunidad que se
desvivió alegremente en la acogida abierta a todos. La humilde y discreta presencia de nuestra
Fraternidad laica fue puente y cercanía entre todos; al final, en palabras de nuestro Abad, en el
sentir de la Comunidad entera y de toda la Fraternidad: sois parte del monasterio; formáis parte
del monasterio y de la Comunidad.
Numerosos abades y abadesas, acompañados por monjes de sus monasterios,
compartieron la alegría y el evento; aun con la seguridad de olvidarnos a muchos -por simple
desconocimiento y a los que pedimos disculpas-, mencionaremos que por allí se encontraban las
hermanas del cercano monasterio de Tulebras, con la M. Pilar al frente; el P. Antonio María del
monasterio de Zenarruza; también el abad de Huerta, el P. Isidoro; el abad de Cardeña, el P.
Roberto; el abad de los benedictinos de Leire; las hermanas de Alloz; y con ellos muchos de los
sacerdotes diocesanos de los pueblos de la zona. Presidiendo el evento estaba el obispo: Dom
Florencio, cuyas certeras y hermosas palabras tocaron el corazón de todos los presentes.
Para concluir la ceremonia, el abad de La Oliva, el P. Javier Uros, dedicó unas emotivas
palabras en recuerdo de los hermanos de la Comunidad que fallecieron sin ver llegar este día. En
especial, al P. Isaak Totorica, que comenzó el proyecto.
Desde ya, pues, todos tenemos la oportunidad de acercarnos a un lugar, siempre sagrado,
pero que ahora acaba de recuperar su aspecto primero, sus mejores galas: como una novia vestida
de boda y el corazón henchido del amor primero. Acudamos a las Bodas con alegría perenne:
estamos todos invitados.
Guillermo Oroz, de la Fraterndiad Laica cisterciense de Santa María de La Oliva.